Para ellas

Soy un ser emocional, mis emociones me elevan, me columpian suavemente, me excitan y me unen, pero 

también me sumergen, me zarandean, me aplacan y me distancian.

Pintura de Félix Mas

Voy cargándome de mochilas como tod@s, cada una con su etiqueta, algunas heredadas, otras adquiridas, algunas he conseguido, consigo o conseguiré dejarlas por el camino, y otras las llevaré toda la vida. Quejarme de ellas no me servirá de mucho si al final no hago nada por quitarlas de mi espalda, si al final me equilibran y me hacen ser lo que realmente soy. No quiero ser otra cosa.

Soy sensual, me gusta gustar, sentirme deseada y desear. Me encantan los hombres, me parecen misteriosos, fuertes, complicados, diferentes y bellos. Pienso menos en el sexo que mis amigos masculinos y, en cambio, me estremezco recordando el beso de la noche anterior o en los pequeños detalles como un roce o una caricia. Disfruto de mi sexualidad. Sentirme cómplice, cómoda y deseada me hace vibrar.

Puedo decidir cuándo y cómo tener hijos, llegando a apurar ese arroz que cada vez nos gusta más pasado. Si tengo descendencia, crearé un vínculo indestructible y eterno, puro y sincero como pocos. Pero puedo decidir qué hacer con mi fertilidad.

Cambio, a veces me gustan mis cambios, otras los aborrezco, pero cambio. Mis amigas también cambian, las respeto, empatizo con sus problemas y éxitos, también me parecen misteriosas, divertidas, inteligentes e interesantes. Tenemos mucho y poco en común.

A diferencia de mi abuela, he tenido acceso al mundo académico y laboral, una visión distinta del sexo, de la pareja, de la familia y de las relaciones en general, y aunque entré con complejos, al final he conseguido entender como mías mis cualidades y no intentar imitar modelos masculinos que no encajan con mi forma de ser, de sentir y de pensar.

Respetarme y comprenderme a mi misma me hace, al final, más libre.