Lo sé, lo sé, lo sé... Este tipo de prácticas no son recomendables para personas con corazón, por poco corazón que sea. Y es que cuando a una la miran así, de esa manera, se siente culpable de que unos frívolos hayan decidido que no le quieren a él, que lo que quieren es a un gato blanco y negro que casualmente te queda en stock de otra camada de gatos que han nacido en la puerta de tu casa.
Y claro, con su madre en quirofano, su padre en 'vete a saber dónde' y sus hermanos en cálidos hogares con dueños que les dan de comer, de jugar y les hacen carantoñas; te dan ganas de irte a comprar una caja de arena, un bol de pienso, un cojín y ponerle un nombre: Hugo, por ejemplo.
Y es que este atigrado de patas largas y pelo pincho tiene la extraña capacidad de mirarte a los ojos directamente, sin pestañear y sin que parezca que te esta retando, sólo como para preguntarte si vas a ser tú la que le vas a poner un plato caliente de pienso el resto de sus días.
¿Sí, quieres?
¿Te ha gustado?
Ya les has econtrado dueño??? Qué lástima que yo no pueda quedármelo! Me encantan los gatos!
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