Ojos, qué horror!


No lo puedo evitar. No soporto su fragilidad. Y no es que su función no me haga inmensamente feliz según lo que tenga justo delante de mis narices. Es que su viscosidad, su humedad y su quebradiza apariencia me resultan irresistiblemente repulsivas.

Y no hablo de lo honesto de una mirada, del atractivo de unos ojos claros, ni de lo interesante del ''a primera vista''. Hablo del órgano, que sin saber muy bien cómo me repele cuando se expone en solitario o en primer plano. Por ese motivo, películas como La Naranja Mecánica o el Perro Andaluz, no son aptas para rubias aprensivas, como yo.
Y esta no es más que una contradicción más en mi vida. Puedo escuchar narrar las operaciones quirúrgicas más sanguinolentas, y marearme con la estúpida anécdota de una operación de cataratas. Puedo curar los moratones más espeluznantes, y salir corriendo en cuanto veo en un ojo cualquier indicio de derrame. 
Puedo...puedo perderme en sus ojos horas, tardes completas, pero no sería capaz de quitarle una pestaña incómoda, por mucho que me lo pidiera.

¿Y tú? ¿Tienes contradicciones como esta?

  Escrito por Verónica Mar de Bokamanga.com. ¿Te ha gustado?

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