Conocí a alguien que, en estas fiestas, cuando el calor del hogar se hacía evidente, y los turrones se abrían por doquier, desaparecía unos minutos, y regresaba roja como el peligro excusándose en los sofocos típicos de la menopausia. Recordar a los que ya no están no es fácil, y duele la mayoría de las veces.
Pero otras muchas nos consuela la posibilidad de, aún siendo feliz con los que nos rodean, añorar al que ya no está presente. Porque lo vivido, lo aprendido y lo heredado siempre merece la pena. El pasado también nos pertenece y nos da calor.
La nostalgia, a veces, es un as bajo la manga, sólo hay que saber cómo jugarlo.
¡Un besazo a tod@s!
Escrito por Verónica Mar de Bokamanga.com. ¿Te ha gustado?
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