Sorbitos de historias: Lourdes y el 14 de septiembre

Para l@s que sois nuevo por aquí, os diré que... siempre que me permitáis la licencia, de vez en cuando, yo me pongo algo ''petarda'' y escribo cosas como estas:
Klimt, siempre Klimt
Lourdes miraba impaciente por la ventana, esperaba a que apareciera en la distancia el coche de Adrián, su marido.
Hoy era el cumpleaños  de Lourdes y lo tenía todo preparado. 40 años.  También hoy celebraba su décimo aniversario junto con Adrián.
Antes de que comenzaran aquella historia de amor, él la había perseguido durante medio año, pero ella no estaba convencida. Al final, el día de su treintavo cumpleaños, Adrián, frustrado con la situación, se le declaró. Y ella, ella dijo sí tras soplar las velas.
Lourdes aún sonríe cuando él, con cierta torpeza e inseguridad le pidió que se casaran. Y baja la mirada al recordar cuando él enfermó, y como ella, ante la grave situación de su marido sintió por primer vez el temor de pensar que perdería a la persona amada. En 10 años habían vivido angustias complicadas y alegrías sencillas. Se habían comprometido, más allá de la felicidad individual de cada uno, y se habían amado, deseado y querido. También se habían aborrecido entrando en un par de crisis que habían acabado superando. Y se habían respetado, siempre lo habían hecho, sin concesiones ni condiciones. 

- 40 años- susurró Lourdes- y un cuarto de mi vida a su lado.

En ese instante vio los faros del coche de Adrián aparecer por la calle y sintió como toda la sangre se le agolpaba en la garganta. Hacía tiempo que no se ponía tan nerviosa. Recogió algunas cosas que tenía sobre la cama, y bajó al piso de abajo para recibir a su marido. Las manos le temblaban. 
Cuando Adrián abrió la puerta, se encontró a su mujer pálida, con una bolsa de viaje colgada al hombro, un marco de fotos en una de sus manos y una mueca de dolor en su cara.

- Me voy- dijo Lourdes antes de bordear a Adrián y marcharse de casa.

Y allí le dejó. Inmóvil en el recibidor, pálido, incapaz de articular palabra, sintiendo que a él también se le agolpaba la sangre en la garganta.
Aunque sabía que su mujer, una vez más, había tomado la decisión más adecuada.

A L., una valiente.

  Escrito por Verónica Mar.
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3 comentarios:

  1. Adoro a Klimt,no en vano,me recuerda a mi propio estilo.

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  2. Ego te absolvo siempre que lo hagas así de bien.
    Me gusta Vero.
    Bss, C

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  3. Gracias por tus comentarios!
    A mí me encanta Klimt.

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