Si no sabes utilizar las armas de mujer, mejor ves desarmada

Definitivamente, cuando se repartieron en el mundo las armas de mujer de mí se olvidaron. O eso, o de lo que se olvidaron es de entregarme el manual de instrucciones, y así me va.
El hecho es que cuando un grupo de amigas, compañeras o conocidas hablan sobre el uso y disfrute de ''las armas de mujer'' yo sonrío y asiento, aunque en realidad no me entere de nada.

Tras mi asistencia a varias conversaciones sobre el tema, como oyente atenta y ponente ausente, he comprendido que las 'armas de mujer' son como una lámpara mágica de los deseos, pero sin lámpara. Que cuando una quiere algo, utiliza las armas y voilà! Lo que parecía imposible se convierte en sencillo y rápido.

Así que, una vez, recurrí desesperada a mi amiga Maripili, que de armas de mujer sabe mucho para pedirle consejo:
- Tengo un proyecto en común con un tipo insoportable y antipático de la oficina cuya palabra favorita es NO,  y no sé cómo conseguir que acepte lo que yo he propuesto. 

Maripili me dió sus claros consejos:
- Reúnete con él en una sala tranquila, vístete ajustada, desabrocha un botón de la camisa, y háblale con una voz dulce y aterciopelada alargando la última vocal de su nombre cada vez que lo pronuncies.

Era tal la impotencia de que se negara a todas mis propuestas que ese día me enfundé, con mucho esfuerzo, un traje chaqueta de una talla menos, hice lo mismo con la camisa, y llegué a cerrar sólo 4 botones, ya que el resto, por motivos de talla, no era posible hacerlo. 

Y casi sin poder respirar, entré en la sala de reuniones, intentando poner voz aterciopelada, mientras hacía contorsionismos para poderme sentar en la silla sin romper la falda. Así que después de 5 minutos con voz de pito, respiración entrecortada y haciendo una especie de cancioncilla burlona con su nombre, el repelente de mi compañero me preguntó:
- Verónica ¿Te encuentras bien?
- Sí claro, Agustíiiiiiiiiiiin- contesté yo.
- No sé, no paras de moverte, como si necesitaras ir al baño. Además, estás como hinchada y hablas raro.
- Qué tonterías dices Agustíiiiiiin, estoy muy bien. ¿Qué te parece lo que te he propuesto?
- La verdad, es que con tanta distracción de movimientos por tu parte, ni te he escuchado. Tampoco tenía intención de hacerlo, suponía lo que me ibas a proponer y  mis propuestas son mucho más interesantes. 
En ese momento, me levanté enfurecida para dejarle bien claro a aquél antipático, que con mi tiempo y mis ideas. Justo cuando estaba a punto de decírselo noté que la cremallera de la falda no había aguantado la presión y ahora la falda amenazaba con deslizarse hacia el suelo, así que en lugar de decirle las cosas claras, no tuve más remedio que llevarme la mano a la cadera para evitar lo peor, y sin más decirle:
- Si me disculpas Agustíiiiiiin, necesito ir un momento al baño.
Y escapé de la sala de reuniones con la mano en la cadera, cual miss en plena gala.

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