Esos días de verano rojos

Algunos días de verano de mi infancia me quedaba a dormir con mis abuelos. 
Recuerdo que mi abuelo se levantaba muy temprano, y envuelto en lo que para mí era un misterio de adultos, salía de casa.
A primera hora de la mañana el día era aún fresco, incluso a veces, podía verse el rocío sobre las flores, y el sol  no hacía su presencia insoportable hasta bien entrada la mañana. 
Y mi abuelo no se dedicaba a otra cosa que cuidar la casa, el huerto y hacer recados.
¡Qué tiempos de infancia, sol y agua!
Junto con mis primos y hermana, nos aburríamos durante dos horas interminables en las que debíamos esperar a digerir los alimentos y evitar de ese modo morir de un corte de digestión en la piscina. Después, por la tarde, cuando la sombra invadía toda la terraza, nos hacían salir del agua a regañadientes y arrugad@s como pasas.
Fueron para mi tiempos de 'primeras veces': mi primera vez nadando sin ayuda, mi primera vez en bicicleta, mi primera avispa asesina que se atrevió a picarme.
Y tiempos en los que, por encima de todo, predominaba un sabor y un olor; el de la tomatera y sus tomates. 
Y es que si en algo puedo considerarme ya una retrógrada es, sin duda, en mi melancolía tomatera. Ya no hay tomates como los de antes: con sabor a tomate, con olor a tomate y con formas asimétricas y carnosas.
Sé que esta definición es extrapolable a casi cualquier fruta, pero el olor a tomate esconde tantas postales de mi infancia, que es como si, a través de una mirilla, regresara a otros tiempos vívidos y vividos, revivieran personas que ya no están aquí, y  regresaran otr@s a su forma infantil sin las actuales cargas de la edad adulta.
¡Oh! ¡Tomate! Cuan feliz has conseguido hacerme cuando con el cabello aún mojado, te partía por la mitad con un poco de aceite y sal.
Y aunque suene utópico, aún tengo esperanza de que un día, al acercar un tomate a mi nariz, me sorprenda con ese aroma que un día disfruté: mezcla de la aspereza de la hoja de tomatera, la ternura de su carne y la acidez de sus semillas.
Para mi el verano seguirá siendo rojo, ácido y carnoso, como el tomate.
¡Que disfrutéis el vuestro!


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2 comentarios:

  1. ´Verónica, tienes que probar a plantar una tomatera en tu terraza, yo tengo una y espero que me dé tomates!Un año, tube una pimentera y me dió los pimientos más buenos y olorosos que hay probado jamás.
    Qué razón tienes con lo de los tomates, también los asocio a mi infancia en familia....eran tan buenos que podías hacerte el mejor bocadillo del mundo con pan de pueblo y un tomatico recién traído de la huerta...

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