Hace tiempo, me regalaron un rosal de pitiminí de un color ojo pasión precioso, pero las flores no son lo mío.
El rosal siguió en su empeño de suicidarse y yo en el mío de salvarlo. Al final yo me salí con la mía, revivió al regalarla. Así que podemos decir 'Colorín Colorado' a esa historia del pasado.
Pero la historia que aún seguirá inacabada es la de los gatos callejeros, aquellos que hace tiempo me miraban con cara de extrañados. Nadie se interesó por ninguno de los 4, ni siquiera las protectoras con las que contacté que ni me contestaron. De los 4 ya sólo quedan 3, y son felices gatos callejeros a base de pienso y paté.
La misma gatita negra que me miraba con cara de pena hace un par de meses, ahora me mira con menos ternura mientras se dedica a intentar romperme el vestido...
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