Cuando era pequeña Susana se escondía bajo las sábanas las noches de tormenta y contaba los segundos entre los truenos para saber cuan cerca estaba el temporal de su casa. Su madre siempre le decía que tal y como venían, se marchaban. Ella, sin embargo, escondida bajo la manta, pensaba que su madre mentía, que la negra tormenta jamás acabaría.
Y como si hubiese sido el augurio de lo que después marcaría su carácter, Susana solía quedarse a esperar tormentas, hasta que llegaban y la arrasaban. La dejaban rota y débil, pero como el resto de humanos, con mayor o menor sabor de derrota, las superaba: El engaño del primer amor, su primera decepción en los estudios, el primer patinazo en el trabajo.
Susana hoy cumple 70 años, y se ha dado cuenta que ha sido más feliz en el pasado que en el presente. Que ha cambiado, menos de los esperado y ha aprendido más de lo que deseado. Ha conseguido atender a detalles positivos, a los que antes no hacía caso. Se ha recuperado tras cada zarpazo.Y hoy se siente una mujer mucho más fuerte y verdadera.
Pero sin poder evitarlo, en noches como hoy, cuando se acerca la tormenta, no puede evitar contar los segundos entre los truenos y esperar a que su madre entre por la puerta, le pase su mano por la cabeza y le diga que toda tormenta tal y como viene se va. Y aunque ahora su madre ya no entra, por fin se ha dado cuenta, que su madre jamás mintió:
Las tormentas siempre pasan, por muy intensas que parezcan.
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