No sin las mujeres

Carla abrió los ojos inquieta, el mismo aliento en la nuca de cada noche le había despertado. Se sentó en la cama, descubrió a una insolente luna por la ventana, la misma luna que había sido testigo de todos sus pensamientos. Se giró, y llena de cólera, observó a aquel cuerpo que roncaba a su lado. 
Se levantó, se dirigió con prisa al cuarto de la ropa, abrió el armario. Silenciosa se encaramó a una silla, y estirando todo su cuerpo, tiró de la maleta.  La abrió y respiró hondo ¿Sería capaz de escapar de casa, de aquella cama y de aquél cuerpo que yacía a su lado?
Cerró la maleta, la devolvió al armario, regresó a la cama y volvió a sentir el mismo aliento en la nucaAquella noche no lloró. Aquella noche, no sintió nada.
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Carla abrió los ojos inquieta, el mismo aliento en la nuca de cada noche le había despertado. Se sentó en la cama, descubrió una luna distinta por la ventana, una luna que estaba siendo testigo de todos sus pensamientos. Se giró, y llena de valor, observó a aquel cuerpo que roncaba a su lado.

No se levantó, simplemente se agarró con fuerza a cada uno de los comentarios que le habían regalado durante aquellos 3 años. Comentarios que se había negado a escuchar. Escasos, pero suficientes para aquella noche en la que todo había cambiado. Algunos le intentaron mostrar que no se merecía aquel trato. Recordó claramente, cuando Alfonso, su vecino, la abrazó con cariño y le repitió que no se dejara insultar por aquel desgraciado.
- Desgraciado-susurró.
Y en ese instante, dejó escapar una lágrima. La última lágrima que derramaría, la dejó rodar hasta las sábanas, y la dejó allí. Se levantó.
Aquella noche no fue al cuarto de la ropa, tampoco abrió el armario, ni tiró de la maleta. Aquella noche sólo se colgó el bolso, y se dirigió a la puerta. Se detuvo un instante, un peligroso instante en el que dudó.
- Nunca te ha pegado- se dijo.
No, jamás le había golpeado. Su agresividad era verbal, al principio sutil, al final descarada. La insultó, la despreció, la amenazó y la culpabilizó de todos sus fracasos, pero nunca le alzó la mano.
-¿Cómo he llegado yo hasta aquí?- se compadeció- ¿Cómo he dejado que me sucediera a mí?
Aquella pregunta trataría de resolverla durante los siguientes años, en ese momento, lo único que debía hacer era abrir la puerta. Y la abrió.

Al día siguiente, Alfonso, el vecino, tenía un pequeño trozo de papel bajo la puerta. Contenía sólo una palabra: GRACIAS. 

016- Contra el maltrato, llama




No me quería ir hoy sin una mención al día que (mañana) nos ocupa.

Escrito por Verónica Mar de Bokamanga.com.
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