No todo es glamour en mi vida

Aunque sé que os cuesta creerlo, en mi rutina hago cosas tan poco glamourosas como el resto de humanos: Limpio los platos, pongo lavadoras o saco la basura. Y fue en esta última actividad poco elegante, tirar la basura, en la que me ocurrió una de esas ridículas escenas, que no sé si debido a mi despiste perpetuo o a mi color de cabello me suceden más de lo que me gustaría.

Suelo llevar mis llaves en una de esas cintas que se cuelgan al cuello. Cuando salgo a tirar la basura, suelo colgarme la cinta con el manojo de llaves del brazo para no tener que preocuparme de llevarlas en la mano o bajarme el bolso.
El mismo día que me iba a Sicilia, bajé basura de todas las clases y las fui tirando en orden de contenedor: primero la basura orgánica, después los restos, el papel, los envases y al final, el cristal. Al acabar... descubrí horripilada, que mis llaves no colgaban de mi brazo.
-¡Qué horror, he tirado mis llaves!-pensé. A unas hora de irme a Sicilia había perdido mis llaves en veteasaber qué contenedor. 
Comencé a buscar en los que disponen de puertas mas grandes y peores olores: los de orgánica y restos, pero ni veía las llaves ni tenía el valor de meterme dentro para llegar a las bolsas. Después me fui a los envases, y al final intenté ver algo en la ranura del contenedor de papel. Nada. Definitivamente, mis llaves debían estar bajo alguna bolsa o envase y yo comenzaba a tener ganas de llorar por mi mala fortuna. 
Era tal mi desesperación, que a pesar de mi timidez natural, al ver llegar a una pareja de rumanos que se dedicaban a rescatar productos aún en uso o reciclables, no pude más que, a través de gestos, suplicarles que me ayudaran a buscar las llaves que acababa de perder. 
Y justo cuando el hombre, estaba metido en un contenedor, buceando entre basuras en busca de algún tesoro, o de mis llaves, mientras yo iba recibiendo, junto a su pareja, todas sus hallazgos basuriles,  me dio por hacer algo sensato y racional: llamar a ver si me había dejado las llaves en el piso. 
Y allí estaban, encima de la cama.
Por suerte, aquella pareja no entendía el castellano, ya que habían sido tan amables que me dio apuro decirles que era una más de mis rubiadas, y les di las gracias para acabar diciendo que me daba por vencida en la búsqueda, mientras el señor dentro del contenedor seguía insistiendo en levantar basura para ver si bajo alguna bolsa estaban mis llaves.
Finalmente, tras mucho insistir y poniéndome ya colorada, el señor se dio por vencido, y yo subí avergonzada directa la ducha. Una vez limpia pensé que de esta anécdota nos reiríamos a la vuelta de Sicilia.
¡A mi salud!


Mañana comienzo mis relatos sicilianos en este blog.... Todo comenzó en un aeropuerto, con esta revista como acompañante....






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